Los que nacimos con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, solo pudimos apreciar el horror de una guerra por las consecuencias y por los descubrimientos que quedaron a la luz cuando se disipó el humo de las bombas a través de los años.
El mundo entendió el horror de la dependencia de las decisiones de líderes mesiánicos, con la mente turbada por los vapores del poder y la creencia de una inmortalidad inexistente, que sometieron a la humanidad a las peores bajezas a las que se puede someter a un ser humano con el pretexto de defender una visión estratégica o un protagonismo individual alejado de toda racionalidad.
Hoy presenciamos perplejos como seres humanos de un mundo globalizado con acceso inmediato a las distintas fuentes de información, una acción bélica decidida por un líder mesiánico con pretensiones similares a las que algún abuelo pudo transmitirnos desde su experiencia de vida, lo que nos hace temer una tercera guerra mundial con identidades similares a las vividas por nuestras generaciones precedentes.
Claramente, el mundo cambió y las experiencias vividas por nuestros antecesores calaron hondo en la humanidad para entender que son hechos que el mundo no puede ni debe revivir. Esto hace que hoy se transmita el temor a una tercera guerra mundial en formato tradicional, por un botón rojo que maneja a discreción un líder cercano a la demencia y que, en mi opinión, ya le dio inicio, solo que en forma diferente a la que él cree que es un frente de batalla.
La guerra a la vieja usanza es hoy apenas uno de los frentes de batalla y las armas que se utilizan, aún las más sofisticadas, representan apenas una de las formas en las que se pelean y se pelearán las guerras. Un arsenal nuclear no solo simboliza una tecnología antigua, sino que también genera pánico y destrucción.
La guerra real es el botón virtual que prende y apaga la economía y las comunicaciones integradas globalmente en cada país, sometiendo al agresor al bloqueo financiero, informático y la condena social, en cuestión de minutos, sin lanzar ni siquiera un insulto en contra de él.
Es por esto que, en mi opinión, la tercera guerra mundial ya se declaró. Las consecuencias serán la reevaluación de las armas estratégicas de destrucción masiva, junto a la necesidad de mantener un liderazgo en tecnología y desarrollo, que servirán para controlar en forma remota y lejana las ambiciones y aspiraciones de seres humanos que, en su imperfección, creen que su tiempo circunstancial en el planeta debe signar los destinos de la humanidad.
El mundo está integrado de tal forma en la actualidad que un país aislado del mundo no tiene ninguna oportunidad de subsistencia. Si la comunidad internacional decide aislar un régimen, esta no tendrá ninguna sustentabilidad hacia el futuro y, como consecuencia, el país caminará hacia su autodestrucción.
El aislamiento al que ha sido sometido Rusia, hoy es la declaración formal de guerra del mundo. El orden mundial le está demostrando a los personajes nefastos que entienden que el poderío bélico es la única forma de imponerse, que ese es sólo un camino para enfrentar este conflicto, el cual no es suficiente para ganar la guerra.
Otras potencias mundiales entienden este cambio y lo manifiestan a través del intento por controlar el 5G. En este momento, a Rusia lo impacta más la actitud del mundo frente a su agresión a Ucrania, que las fuerzas de la resistencia ucraniana.
La energía es la base de sustentación del nuevo mundo. Resolver el dilema del abastecimiento de las demandas de los países será el nuevo orden mundial, y aquellos que se pongan a la cabeza de la oferta de energías a costo razonable y con sustentabilidad tendrán el camino para un desarrollo abierto. ¿Seremos capaces de entenderlo o seguiremos discutiendo sobre dos ejes mundiales que desaparecieron hace 50 años?
También te puede interesar: Cambio climático, transición energética y nuevo orden