Dentro de la producción de biocombustibles, a lo largo de su historia, se ha cuestionado si a pesar de ofrecer beneficios en reducción de contaminación, conlleva a un proceso que afecte de todas formas al medio ambiente, desde uso excesivo de agua, hasta de productos nocivos.
Un ejemplo de este escenario es el biodiesel de palma, que durante un periodo de tiempo produjo una situación grave de deforestación, por lo que se replanteó su consumo y se creó una política que vigilara que estos procesos fueran más sostenibles.
Por ello, la ingeniera química, Analía Acosta, propone que se realicen otro tipo de combustibles con recursos que beneficien al medio ambiente y generen una economía circular. “Tenemos que hacer una mirada más extensa, usar el residuo agrícola, lo que queda en el campo después de una cosecha y eso transformarlo en un azúcar y a partir de ahí transformarlo en un bioetanol o en un plástico”, afirmó.
Hoy en día, como lo explica la experta, se está trabajando en la modificación genética de las semillas y “con ello se genera esa enzima que es capaz de transformarla en combustible”.
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