El 17 de abril, el país estuvo a la expectativa de la discusión en Cámara de Diputados de la bautizada por los medios y varios actores como la “contrarreforma energética”. Lejos de las reacciones a favor o en contra de lo que se discutió ese día o de la postura política del lector, es necesario entender cómo estaba el sector antes de este día y poder entender hacia dónde se dirige.
Todo comenzó a cambiar de rumbo cuando se publicó el acuerdo de “Política de Confiabilidad, Seguridad, Continuidad y Calidad en el Sistema Eléctrico Nacional”, donde se estableció el objetivo de fortalecer a la CFE y cambiar las condiciones del tablero, bajo un argumento de piso parejo para todos los participantes.
Lo cierto es que los usuarios siguen demandando mayor energía eléctrica. Estamos viviendo la transición hacia la electromovilidad, sistemas de calefacción eléctrico, estufas de inducción y otras tecnologías que están llegando, y el sistema necesita continuar creciendo, con fuentes más amigables con el medio ambiente, y a menores costos.
También tenemos que mencionar algo importante, los proyectos de generación eléctrica de gran escala no se planifican e instalan en uno o dos años, los proyectos llevan mucho más que eso, por lo que el pipeline de proyectos debe estar considerados con muchos años de prelación, y de ahí la importancia de contar con reglas claras, a largo plazo, que permita la planeación de proyectos.
La incertidumbre por la que está atravesando México está generando tres consecuencias: 1) Que los proyectos que se encontraban en operación o construcción se encuentran en litigios; 2) Que los que iban a iniciar obra, se detuvieron por la incertidumbre, y; 3) Nadie está planeando proyectos que deberían estar iniciando operaciones en los siguientes 5 o 6 años.
Se estima que, durante el primer año de la administración actual, es decir en el 2019, la inversión directa en el sector eléctrico mexicano cayó un 74 % y en el 2020, un 60 %, aunado a la crisis económica mundial. El problema es que, si hoy estableciéramos nuevamente una regulación de largo plazo, con condiciones para la competencia, no veríamos los resultados inmediatamente, y ahí es donde está el peligro de mantener la incertidumbre en un sector que es el motor del país.
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¿Hacia dónde va el sector eléctrico mexicano en el corto plazo?
Mientras no se establezca un rumbo, y una reforma a largo plazo, el sector seguirá detenido, sin el crecimiento de la red, y mucho menos la inversión en tecnologías más eficientes de plantas de generación que están llegando al final de su vida útil. Por sus tiempos de ejecución y su relevancia, el sector eléctrico no puede cambiarse cada sexenio, se pueden incorporar mejoras, pero debe permanecer una dirección a largo plazo.
Sin embargo, no todo apunta a inversiones detenidas, la Generación Distribuida, o plantas de generación de menos de 500 kW, ha crecido a un excelente ritmo, llegando a los 2 GW instalados, con 270 mil contratos de interconexión, de los cuales, 27 mil se dieron solo en el 2021. Este esquema continuará creciendo mientras los usuarios no tengan otra alternativa de suministro, sin embargo, no será suficiente para aquellas que tienen que cumplir con metas de neutralidad de emisiones. Seguramente en el corto plazo, otros instrumentos como los IRECs comenzarán a tener mayor relevancia para poder cumplir con las metas establecidas por las compañías con sede en el extranjero y que tienen políticas estrictas en emisiones.
En México se requiere continuar creciendo en redes de transmisión y distribución, y cambiando a redes inteligentes que permitan una mayor eficiencia en el consumo de energéticos. También, se requiere continuar creciendo nuestra matriz de generación y sustituyendo aquellas plantas que están llegando al fin de su vida útil por plantas de mayor eficiencia y todo esto requiere inversión y reglas de juego de largo plazo. Este sueño requiere la formación de técnicos especializados, desarrollo de tecnología, transferencia tecnológica, pero lo más importante, voluntad política para llegar a acuerdos que permitan fortalecer al sector eléctrico mexicano desde una perspectiva de eficiencia operativa y de reducción de costos, manteniendo la confiabilidad y seguridad del sistema como objetivo principal.